Imaginan una mejor época del año que el verano, para desplomarse física y mentalmente en un lugar relajado, buscando renovar energías, generando nuevas condiciones emocionales para encarar los desafíos que nos proponemos.
Este verano vi mucha gente corriendo a mí alrededor, los que me cruzaban temprano corriendo en la playa, los que preferían hacerlo en el bosque. Algunos arrancaban su rutina solos, otros, en grupo o en pareja, a la misma hora alentados por el entorno, el paisaje y la posibilidad de cambiar el calibre de su rutina.
Concentrados en controlar el tiempo y el ritmo, proyectando nuevos planes, relajados y desprovistos de responsabilidades (al menos por un rato) , el cuerpo y la mente se dejan llevar. Todos aquellos corredores que me cruce en este tiempo, sonreían a mi paso felices. Gracias a la humedad del mar la respiración en trayecto mejora, las condiciones físicas alcanzan otros niveles.
Cuando nada nos ata, cuando nos sentimos libres, el verano nos pone en otra sintonía, en una que nos desconecta con la parte más racional y nos permite conectar con aspectos lúdicos, y al mismo tiempo nos da lugar para pensar. El mismo que me di cuando caminaba todos las mañanas mientras el agua del mar mojaba mis pies, liberando en la brisa que me rodeaba la carga emocional que había traído hasta ahí .
Van a encontrar muchas recomendaciones sobre qué aspectos debemos tener en cuenta al correr en la playa, cuestiones de calzado, evaluar la superficie y sus variantes, que aspectos debemos evaluar si hemos tenido lesiones, consideraciones con respecto al sol, a la ropa que utilicemos, etc. Esta entrada no va de eso, buscamos incentivar y motivarlos a que no detengan su andar, ni dejen aquellas cosas que les hacen bien en tiempo de vacaciones, mantengan vivas las actividades que suman al descanso, que potencian las condiciones positivas que fueron a buscar, es importante en el medio de nuestro tiempo de descanso seguir activos, apasionados con objetivos y metas para adelante.-