Estamos prontos a cerrar un nuevo año. Un año distinto en muchos sentidos, por los imponderables que hemos atravesados en este tiempo, situaciones impensadas, difíciles, complejas, que nos han puesto a todos a reflexionar sobre diversos temas, que interpelan a nuestra propia existencia.
Uno de esos movimientos sísmicos, vino a poner en evidencia la fragilidad que tienen "nuestros planes". Ese diseño de vida, que muchas veces nos imponemos para encontrarnos direccionados y trazando objetivos, bajo parámetros predecibles.
Uno piensa, que siempre es bueno tener un plan, es parte de la organización de cualquier empresa que decidamos abordar, trazar una hoja de ruta. Nadie discute esto, ni lo combate, por lo menos eso pienso yo, que promuevo el orden como plan rector.
Pero es cierto que cualquier propósito que tengamos, también requiere de nuestro mejor esfuerzo de versatilidad. No digo nada nuevo, si describo que frente al proyecto sobre el que estemos trabajando, siempre vamos a tener que competir con un contexto, los planes de los otros, las contingencias y así podría seguir enumerando una serie de variables que definitivamente, no manejamos y que pueden terminar arruinándolo todo, modificando o simplemente exigiendo que debamos redefinir el esquema. Estos dos años han sido un claro ejemplo de esto, una situación fuera de lo normal, que nos puso a todos a prueba.
Repasando algunos aspectos de nuestro desarrollo, tenemos claro que no somos la excepción, a veces las cosas pueden complicarse más de lo que uno espera, cuando de concretar sueños se trata. Dificultades siempre aparecen, exógenas y endógenas, aquellas que requieren soluciones radicales y otras que nos proponen elaborar alternativas con mayor nivel de ingeniería, en el que nuestra comunidad pueda seguir creciendo.
La metamorfosis de cualquier planificación tiene etapas, algunas serán netamente racionales y otras estarán quizás en línea con la idea de: "mejor ,… dejar fluir " - tratando de encontrar algún punto de convergencia, que nos permita detectar la salida que mejor resuelva nuestro objetivo inicial, la opción quizás sea combinar ambas posibilidades, y establecer un nuevo orden.
No es fácil seguir en carrera, cuando la marea crece y tenemos que resolver a nado llegar a la otra orilla, mientras nos suceden cosas, y nos jugamos entre el plan y la improvisación. En estos casos, creo que uno recurre a todo lo que tiene a la mano, brazadas firmes, capacidad pulmonar, (mucha) cabeza, pero no sólo para sobrevivir sino para avanzar, concentrados en salir a flote.
El plan, en determinado punto de la carrera nos pide un nuevo esfuerzo, que supone tomar decisiones y reorientar el trayecto, convencidos de la meta que tenemos proyectada. El desafío es seguir encontrando la manera, nada es estático y nosotros estamos siempre en movimiento, por ende la acción se impone.
Diría entonces, que es vital por más básico que resulte, encontrar algo que nos motive, que se ajuste a la realidad, que de respuestas a las demandas. Creo que en estos momentos, debe hacerse presente alguna tabla que nos sostenga, despertando una nueva adrenalina física y mental. El reto es seguir construyendo para cumplir nuestro propósito. Y al mismo tiempo, estar conscientes y alertas, sabiendo que si esas cosas no se despiertan en uno, estamos iniciando una carrera con final sin llegada.
Quizás el año no cierre, y sigamos inmersos en una película, de esas que se filman en toma secuencia, sin cortes, rodada de principio a fin, sin red, ni edición, intentado sostenernos en la carrera, con el guión ensayado y al mismo tiempo alertas a la versatilidad que nos exige un mundo que se presenta disruptivo, en este contexto el plan está en marcha.
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